4. Sujeto al objeto
“Un día tuve que llamar la atención a un alumno porque siempre llevaba los auriculares puestos durante la clase. Me respondió que no había problema porque no estaba escuchando nada. En otra clase apareció otra vez con los auriculares, esta vez sin ponérselos y con la música a un volumen muy bajo. Cuando le pedí que la apagara me respondió que ni él podía escucharla. ¿Por qué alguien desearía llevar los auriculares puestos sin escuchar música o escuchar música sin ponerse los auriculares?(…) El uso de auriculares es significativo: una experiencia del pop no como algo que tendrá efectos sobre el espacio público, si no como una retracción al “Edipod” privado; un consumo narcótico que pone un muro entre el sujeto y la esfera social”
Mark Fisher, «Realismo capitalista» (2009)
Llámame ignorante pero, hasta que inicié mi formación en filosofía, creía que el sujeto era soberano y “creador” de los objetos. Tampoco conocía el concepto de “martillo de oro”, que se explica con la frase: “Si solo tienes un martillo, todo parece un clavo”. Si bien siempre dispuse de ejemplos límite como la bomba atómica, no tuve la claridad intelectual para ver efectos similares en mi día a día. La invención de un dispositivo con la capacidad de extinguir la especie humana produjo un cambio de perspectiva tanto en lo individual como en lo social. Pero ¿sucede lo mismo con objetos cotidianos?. En el día a día, tratamos al objeto como si su relación con nosotros fuera unidireccional y, evidentemente, creemos que tenemos la sartén por el mango, nunca mejor dicho. Pero si nos acercamos a las estadísticas de tiroteos en EEUU(1), este prejuicio revela sus pies de barro.
Necesito acudir a John Locke (1632-1704) para comenzar a exponer mi postura. Locke, uno de los máximos exponentes del empirismo inglés, investigó filosóficamente las formas de conocer o, dicho de otra manera, generar conocimiento. La epistemología empirista defiende que todo el conocimiento parte de la experiencia. El poder experimentar limita al poder conocer y esto marca un camino claro, lo que no es sensible no se puede conocer(2). Si profundizamos en el pensamiento propio de Locke, este propone que lo que llamamos “idea” de algo es el conjunto de experiencias asignadas al objeto del que obtenemos dicha idea. Por ejemplo, el oro es un material que podemos experimentar con nuestros sentidos e instrumentos de medida. Con esa experiencia sensible formamos la “idea de oro” cuando objetivamos su color, maleabilidad, punto de fusión, lo exponemos a disoluciones ácidas, otros metales… Ese último punto, el de las relaciones con otros materiales, es la fuente de un problema central. Si para completar la “idea de oro” y saber cómo utilizarlo, tenemos que exponer al oro a todos los materiales, condiciones, operaciones posibles, nunca llegaremos a conocer completamente la idea de oro; pues siempre quedan materiales o condiciones distintas para ponerlo a prueba. Podemos crear modelos para predecir el punto de fusión del oro pero, hasta que lo comprobemos con la experiencia, no podemos hablar de conocimiento. Esta consecuencia es la que quiero desarrollar hoy: la necesidad de entender las relaciones entre objetos(3) para conocer el objeto estudiado y sus posibles usos.
En mi adolescencia usábamos los auriculares para, entre otras cosas, confraternizar. Los auriculares “de botón” eran el estándar y compartir música se convertía en algo físico; nunca te separabas más de un metro de tu socio musical. Este ejercicio servía para estrechar lazos con algunos de tus compañeros de clase. Gente que antes te ignoraba, ahora te pedía escuchar una vez más esa canción a tu lado. También se daba el caso del texto de Fisher (1968-2017) con el que se inicia este ensayo. Si me dieran un euro por cada vez que me llamaron la atención en dibujo técnico por escuchar a escondidas Linkin Park… habría tenido todos sus CDs originales. En este caso el mismo objeto sirve para aislarse del entorno o para establecer nuevos lazos sociales. ¿Podemos decir entonces que los auriculares SON objetos que nos aislan? Hemos visto que no(4), la intención y autoconsciencia del sujeto es clave para conocer las posibles aplicaciones del objeto como herramienta. ¿Entonces tienen razón los de “las armas no matan, matan las personas”? Tampoco, ya que esa frase solo pretende justificar su ideología, evitando cualquier análisis crítico honesto sobre el efecto que tiene el acceso libre a armas de fuego. De forma análoga al martillo de oro, pon un arma de fuego en manos de una persona (o una sociedad) y la distancia moral entre las acciones “matar” y “no matar” será cada vez más pequeña. Es necesario tener en cuenta que la relación entre el sujeto y el objeto es bidireccional.
El sujeto “Fonso” inicialmente no tiene acceso a los auriculares. Su experiencia en clase de dibujo técnico es la de ligero aburrimiento, pero con suficiente autocontrol como para fingir atención. Está haciendo un ejercicio inconsciente de aprendizaje de la disciplina decadente de un instituto de los 2000s. ¿Qué sucede cuando llegan al mercado los auriculares baratos? Nuestro sujeto se convierte en uno nuevo, que llamaremos “Fonso con auriculares”. Puede sonar estúpido(5), pero te pido que sigas conmigo el experimento mental. En este nuevo contexto se abre un abanico nuevo de acciones (y consecuencias de las mismas). Los auriculares ya no son solo una forma de escuchar música(6), son una herramienta que modifica la experiencia del entorno. Convierten una tarea aburrida en algo tolerable. También pueden disipar mi atención de una tarea que otrora me pareció interesante, dificultando mi enfoque en esa experiencia tan valiosa. Iguala los extremos, aplana la experiencia que ahora puede ser siempre tolerable, pero nunca memorable. “Fonso con auriculares” no conoce esta consecuencia, sólo quiere escuchar una vez más Papercut en bucle. Y cuando esos auriculares se averíen, restituirá rápidamente este nuevo miembro que ha sido amputado. El objeto se ha vuelto parte del sujeto y de su forma de experimentar el entorno. Si reduces la materialidad del dispositivo e imaginas un implante neuronal que te haga escuchar música a voluntad… ¿Cuánto llegarían a «aplanarse»(7) las distintas experiencias vividas por este nuevo sujeto?
Vivimos en una economía que produce un aumento material, en lo cuantitativo, para cumplir su (autoimpuesto) imperativo de crecimiento. Nuevos objetos inundan un mercado saturado que busca seguir expandiéndose. El acceso a cualquier bien material, previo pago a la corporación de turno, se tiene como una condición básica del ideal de libertad humana contemporánea(8). Pero todos sabemos que la percepción de libertad no ha aumentado con la adición de nuevos instrumentos que nos “facilitan” la existencia. El espíritu de nuestro tiempo se podría resumir en la sensación continua, pero silenciosa, de sometimiento del sujeto al objeto. ¿En qué momento hemos aceptado esta inversión? La ley del martillo de oro se firma día a día y desde la inconsciencia.
Elegimos apoyarnos en herramientas que adecúan nuestro entorno a nuestras necesidades, apaciguando o acallando displaceres asociados a una realidad insensible a nuestros deseos. Una cama más grande, un microondas más rápido, una nevera con puerta transparente, etc. mejoran cualitativamente nuestra vida, ¿verdad?. Ahora estamos más cómodos en cama, pero dormimos menos que cualquier campesino español en la edad media(9). Producimos fácilmente viscolatex, pero aun no hemos sido capaces de darnos a nosotros mismos 8 horas de descanso diario. Desde una confianza optimista en el objeto, intentamos paliar problemas (que, seguramente, serían más accesibles desde una perspectiva sociopolítica) con los bienes materiales que se ponen a nuestra disposición; en vez de enfocar nuestra acción hacia los actores que regulan la fuente de esa problemática. El hiperenfoque en la herramienta llega a producir una impotencia del “yo” ante el mundo. Veo como ejemplo de esto al chaval de los cascos(10), que busca endulzar una experiencia cotidiana que ya no disfruta en su crudeza. Además, la elección de estas herramientas rara vez es una decisión informada y consciente. Antes de la industrialización y la llegada de la sobreabundancia, el artesano creaba sus herramientas. La necesidad de realizar una operación particular forjaba la herramienta. Actualmente el diseño de los objetos que nos rodean corresponden a la excitación de un deseo. La utilidad o la necesidad hace tiempo que han sido satisfechas. Pero si han sido satisfechas, ¿a qué se sujeta el deseo?.
“La virtualización y la digitalización comportan cada vez más la desaparición de lo real, que se hace perceptible sobre todo en la resistencia que presenta. Lo real es un apoyo, en su doble acepción. No solo genera una interrupción o resistencia, sino también sostén y contención”
Byung-Chul Han, «Topología de la violencia» (2013)
Al igual que en el ejemplo de “idea de oro” en Locke, desconocemos los efectos que produce en nuestra conducta la expansión cuantitativa acelerada(11) de los objetos con los que interactuamos. Nuevos objetos crean nuevas subjetividades y siempre hay un objeto en rampa de salida, listo para salir al mercado. Voy más lejos: ahora que tengo un móvil puedo ejercer, de forma más sencilla que nunca, mi derecho a quejarme en público de lo mal que me trata la vida. ¿Soy consciente del impacto (en mí y en los demás) que tiene desahogarme en Twitter a golpe de click? ¿Si no tuviera la ilusión de estar dando “la guerra cultural” en Twitter, habría tomado alguna acción política que pudiera desembocar en una mejora de mis condiciones de vida? ¿La facilidad con la que me deshago de mi frustración, que no cambia en absoluto la materialidad de mi entorno, produce mi parálisis política? Aquí la materialidad se deja atrás y lo digital se revela como un espacio sin referencias ni límites. Si es difícil predecir el efecto que tienen unos auriculares en la carrera académica de un joven que tuvo la suerte de asistir a las clases de Mark Fisher, no quiero ni asomarme a pensar en las consecuencias que tiene exponerme a herramientas digitales cambiantes (según intereses corporativos), desligadas de una materialidad que sirviera de punto de apoyo para sustentar cualquier acción política. Era fácil predecir lo que haría el niño cuando solo tenía un martillo. Ahora que tiene a su disposición una cantidad infinita de herramientas, ¿conseguirá reconocer un clavo?.
Notas al pié:
1.Por ejemplo: https://cnnespanol.cnn.com/2022/05/27/violencia-armada-estados-muertes-trax
2.Esto incluye al instrumental que objetiva y «siente» por nosotros. Los instrumentos de medida son transductores de señales. Hacen sensible lo que no es perceptible por nuestros sentidos.
3.Y, posteriormente, las relaciones posibles de dicho objeto con los innumerables sujetos que conforman la realidad social.
4.De hecho los primeros Walkman tenían dos salidas para auriculares. El diseño inicial proponía escuchar musica en compañía. En modelos posteriores se eliminó la doble salida.
5.Si has levantado la ceja con esta expresión, te recomiendo que no te asomes a las propuestas de «mente extendida». Si, en cambio, te ha llamado la atención, te dejo este link: http://www.sefaweb.es/mente-extendida/
6.Este era el objetivo con el que fueron creados inicialmente. Al exponerlos al entorno, surgen nuevos efectos y usos imprevistos.
7.Igualarse…homogeneizarse…
8.Ver ensayo anterior: «Realidad indigesta»
9.Dormían en dos turnos de 4h, les sobraban un par de horitas de vigilia entre turnos para realizar tareas cotidianas.
10.Ver texto de Mark Fisher que abre este ensayo.
11.Ver ensayo anterior: «El desierto de lo real»
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