8.Genealogía de las "Camper"

"El hombre consumidor se considera obligado a gozar, como una empresa de goce y satisfacción. Se considera obligado a ser feliz (...). El consumidor, el ciudadano moderno, no tiene posibilidad de sustraerse a esta obligación de felicidad y goce, que es el equivalente, en la nueva ética, de la obligación tradicional de trabajar y producir.(...) Debe ocuparse de movilizar constantemente todas sus posibilidades, todas sus capacidades consumidoras. Si lo olvida, se le recordará amable e instantáneamente que no tiene derecho a no ser feliz. Por lo tanto, no es verdad que sea pasivo: por el contrario, despliega y debe desplegar una actividad continua. Si no correría el riesgo de contentarse con lo que tiene y volverse asocial" 
"La sociedad de consumo" Jean Baudrillard, 1970

Creo que es un hecho incontestable que, en los últimos años, hemos asistido al auge de las furgonetas "camper". Cuando era niño era poco común encontrarse una de estas furgonetas reconvertidas. La opción por defecto en el sector de casas rodantes era la autocaravana. La adquisición  de una caravana era un símbolo de estatus (similar a lo que es la compra de un mini yate en la actualidad), una muestra ostensible del poder adquisitivo y la posición social de la familia. No todo el mundo podía irse de vacaciones, menos aún usando un transporte de lujo como este. Hoy en día el mercado de autocaravanas ha sido fagocitado por su hermana menor, la camper, una alternativa más cómoda, ágil, barata y con un simbolismo modernizado. Pero hace meses que una serie de preguntas estúpidas me atormentan: ¿Por qué una camper y no una autocaravana? ¿Qué hace de la caravana una opción menos atractiva que comprar y reacondicionar por tu cuenta una furgoneta usada? Es más, si el objetivo es el ahorro de dinero y espacio... ¿Por qué no el alquiler puntual de una autocaravana en vez de mantener indefonidamente un segundo vehículo para ser usado solo en período vacacional? La conveniencia (para mi  discutible) de la camper no consigue explicar el cambio de paradigma. Permitidme un texto en el que me disfrace de posestructuralista. Es el momento de poner por escrito mis impresiones sobre el tema, sometiéndolas así a escrutinio público y arriesgándome a ser sepultado bajo hordas de campers que pretendan mostrar su originalidad. Súbete a mi camper, aprieta el cinturón y espero que hayas vaciado la vejiga... porque el desagüe se atascó hace semanas.

1. Naturaleza artificial. 
Voy a partir de la idea de que, en lo que llamamos occidente, cada vez disponemos de menos acceso a experiencias relacionadas con la naturaleza. El precio del progreso tecnológico, combinado con el totalitarismo de la lógica productivista, es este torbellino de responsabilidades y estímulos que dispersan nuestra atención, alejándonos de un ideal de vida sencilla que tantas veces es reivindicado por movimientos ecologistas y new age, entre otros. El mito de la vida sencilla se identifica con la recuperación de un contacto estrecho con la naturaleza que, supuestamente, se ha perdido en algún momento de nuestra historia reciente. Esta narrativa propone que las experiencias en el medio natural, el descubrimiento de entornos vírgenes, la reducción del contacto con tecnologías modernas,etc. son vías contemplativas de sanación de un alma agotada en la cotidianeidad del mundo moderno. Aquí encuentra su nicho la filosofía camper. ¿Cansado de picar hojas de excel 8 horas al día de lunes a viernes? Coge tu furgoneta y visita 2 pueblecitos por día para volver el domingo a casa, igualmente agotado, pero con una historia excelente que contar en el café del lunes. Esta propuesta, aunque pudiera parecer lo contrario, no escapa a la lógica productivista que exprime, todavía  más, a ese espíritu que pretende liberarse del tedio sufrido en la semana laboral. El objetivo inicial, a saber, el disfrutar de un descanso puramente ocioso, degenera hasta confundirse con un sentimiento de obligación de maximizar el valor de las experiencias en el tiempo de ocio (obligación paralela a la de maximización de la productividad en esas 40 horas semanales picando excels). De esta manera se elimina un elemento que considero esencial de la experiencia natural: su incomodidad. Es, y debe ser, una lucha contra el tiempo (realmente libre, sin estructura horaria) y el espacio (cada movimiento requiere un riesgo que debe ser planificado debidamente), un límite de la capacidad humana para manipular ambas dimensiones en ausencia de instrumentos tecnológicos como los vehículos o los sistemas de entretenimiento. Estar tumbado bajo un árbol durante horas disfrutando las sombras caleidoscópicas de su hojas o esperar pacientemente a una puesta de sol no son solo decisiones conscientes, son una opción tremendamente seductora ante la falta de conveniencia de moverse a otro lugar potencialmente mejor (o la imposibilidad de abrir instagram a ver si la imagen que ha subido tu primo es mejor que las sombras de tu árbol). La movilidad extendida que nos proporciona la camper, junto con su capacidad para portar sistemas que vuelven cómodo cualquier lugar, convierte el acercamiento a un entorno natural en un catálogo prefabricado (formado en base a nuestras interacciones en redes sociales y otras formas publicitarias) que debe ser devorado con premura. El tiempo es oro y si da tiempo a ver 4 pueblos y 3 playas... ¿por qué reducir el número? Aquí la aritmética es sagrada. El álbum de cromos experienciales se publicará a última hora del domingo, mostrando el resultado de la inversión del tiempo de ocio que se nos ha asignado. Esta monetización de la experiencia en el entorno natural (que,en origen, buscaba ser contemplativa y, por ello, pasiva y privada) la torna artificial, vaciándola de sentido. A través de esta lógica de maximización de resultados encontramos un argumento que posiciona a la camper como opción superior al resto de alternativas de ocio. Es el punto perfecto entre comodidad y alcance efectivo. No hay lugar fuera de rango ni comodidad a la que tengas que renunciar. Como astrofotógrafo amateur, creedme cuando os digo que es difícil negarse a la tentación de una camper.

2. Demasiado rico para acampar, demasiado pobre para no hacerlo.
En la introducción hablé del simbolismo de la autocaravana ochentera. Nos viene a la mente una familia acomodada de 4 o más miembros, a la que hoy llamaríamos numerosa, con semanas de vacaciones compartidas, bien estructuradas y predecibles, con una casa en propiedad y dinero suficiente para comprar y mantener su segunda casa que, en este caso, sería rodante. Esa familia hoy pertenece a un sector minoritario, por no decir que no existe. La clase acomodada actual, que dispone de vacaciones largas y predecibles, busca destinos vacacionales fuera del país y mira con malos ojos a las formas de turismo interno por carretera. Si existiera algo parecido a una clase media-baja con capacidad para turistear estaría formada por treintañeros sin hijos, con un piso en alquiler y con unas vacaciones impredecibles tanto en longitud como en ubicación temporal. Este contexto exige flexibilizar los planes y racionalizar los esfuerzos económicos invertidos en ocio. Además indica que los espacios pueden, e incluso deben, ser optimizados de manera similar a lo que hacemos en nuestros pisos menguantes. El espacio habitacional se ha ido reduciendo con los años y aquí encontramos un bonito paralelismo con la reducción de tamaño de los vehículos que habitamos en nuestras escapadas. ¿El trasvase poblacional hacia el medio urbano está correlacionado con una mayor tolerancia a la estrechez de espacios? Esto podría explicar por qué, en el pasado, las campers eran marginadas dentro del sector de casas rodantes. El precio de mercado de las camper siempre fue menor que el de una caravana, pero aun así no se vendían tanto. Eran un punto a medio camino, algo que sólo comprabas cuando no te podías permitir una caravana de verdad. Actualmente los signos se han invertido y la opción por defecto ha pasado a ser una furgoneta reacondicionada. ¿Si la caravana no fuera un símbolo de estatus caducado, volvería a ser una opción atractiva para las nuevas generaciones? La caravana te identifica con un alemán jubilado y si, por el contrario, decides ir de camping por tu cuenta, más te vale ser montañero o menor de 30 años... De lo contrario difícilmente vas a poder capitalizar tus experiencias en el medio social. Pero no está todo perdido, aun te queda una alternativa a la camper que ha conseguido igualarse en valor social: el glamping. Una vez más, se nos ofrece simular una experiencia natural pero sin renunciar al valor ostensible de unas condiciones de vida acomodadas y a la última. Ante la incapacidad para permitirnos un viaje a Bali, el glamping y la camper nos dan soluciones a ese nuevo gran problema: hacer valer nuestras (pocas) vacaciones de una forma valorada socialmente, pero con un coste económico aceptable.

3. Dime con qué acampas y te diré quién eres.
Una pequeña búsqueda online nos permite apreciar la evolución simbólica de un modelo como el Volkswagen Caravelle. En los años 80 podemos ver anuncios con fotos que muestran un interior con acabados modernos, diseñado para el máximo confort y completamente equipado, junto a una imagen de una familia (formada por 5 integrantes, uno de ellos es un perro) lista para disfrutar sus vacaciones. En el texto se ensalzan las capacidades técnicas del vehículo y su superioridad incontestable frente a la competencia. Comodidad y lujo, ya en tu concesionario a unos 35.000€ ajustados por inflación. ¿Cómo se nos presenta ahora el mismo modelo en su publicidad oficial?. Fotos de ciclistas en una carretera de montaña, con un fondo donde el horizonte junta el mar con el cielo. Una única foto del interior y las palabras "flexibilidad" y "comodidad" en negrita resumen un texto escueto. Esta vez el precio de entrada son 47.000€, pero no aparecen en el anuncio. Esta barrera de acceso es incluso más alta que en el pasado, dificultando la adquisición de una de estas furgonetas. Ambos anuncios proponen la solución a las carencias de flexibilidad y comodidad que vivimos en período vacacional, pero aun no se ha solucionado el problema económico de su barrera de acceso. De hecho, esta barrera se ha elevado. Aquí aparece la sinergia entre la pérdida de poder adquisitivo, aumento de interconexión a través de redes sociales y el fenómeno del Do It Yourself (DIY). Hemos normalizado pagar el mínimo posible por acceder a objetos de consumo, sea cual sea su calidad o sus prestaciones. Está mal visto acogerse a la opción cara y el "a mi no me la cuelan" es ya una frase trillada. Existen múltiples canales que se dedican a propagar "life hacks" (trucos del día a día) para que "no te la cuelen", ya sea en finanzas, adquisición de productos, etc. y el DIY es una forma más de evitar que las empresas se aprovechen de ti. La creación personal desde cero, con tus manos y tu intelecto, es una clara contestación a la experiencia alienante que domina nuestro día a día. Esta reapropiación del poder para crear un objeto que , en este caso, es un medio de transporte y una vivienda (a la vez, en un solo objeto... optimización en su máxima expresión) me parece la clave para explicar la fuerza identitaria que contribuye al auge de las camper. Articula y redirige el hastío producido por la reducción en la capacidad económica, pérdida de derechos laborales, del tiempo de ocio, estrechez de los espacios habitacionales y falta de acceso cotidiano a entornos naturales. La compra de una furgoneta usada, el reciclaje y personalización de la misma son formas de recuperación de esta autonomía original (económica, lúdica y cognitiva) invadida por la lógica del capitalismo tardío. Este fenómeno es transversal a las ideologías políticas y se muestra principalmente en el tramo demográfico de los millenials, conocedores de un mundo anterior a la hegemonía de las tecnologías de la información, pero lo suficientemente aculturados como para usar estas tecnologías con el objetivo de simular un mundo que ya no existe. La simulación termina al completar el proyecto de "remodelación furgonetil", en ese momento la lógica productivista puede retomar los mandos, invadiendo el tiempo de ocio y convirtiendo en imperativo decidir qué uso se le dará a la camper para no perder su valor icónico. El objeto creado pasa a ser un símbolo de autonomía, identifica al usuario como ajeno a un sistema asfixiante, como amante de las experiencias naturales puras y capaz de ganarse ese derecho con sus propias manos. Pero este símbolo corre el riesgo de vaciarse de significado. Algunos de los campers, pocos, no olvidan que el objetivo era ser autónomo y consiguen evitar la recaída hacia sistemas de optimización y productividad que invaden su tiempo de ocio. En muchos casos evitan lógicas que los obliguen a la ostentación de una felicidad exultante acotada de viernes a domingo. El resto, el mayor número de ellos, iniciarán un ciclo de busqueda voraz (y extenuante) de los mejores lugares, las mejores calas, los mejores recambios o aumentos para su furgoneta, en definitiva, las mejores experiencias posibles para rellenar un vacío insaciable. Construir el Lego deja de ser un fin en si mismo, para convertirse en un medio sin fin. Pobre del niño que realice esta inversión semántica.

4. Masifica, que algo queda.
El último elemento que quiero someter a estudio es la forma de entender la libertad que se esconde tras la filosofía camper. Esta interpretación se resume en la idea, propia del liberalismo clásico, de que la libertad se define como la ausencia de coacción o injerencia externa. El usuario camper no quiere verse privado del acceso a los lugares más recónditos, puede establecer su vivienda en cualquier lugar y se ve con el derecho de acceso privilegiado a entornos que, antaño, requerían condiciones especiales para ser explorados. Esta simplificación del concepto libertad encuentra su correlato en el alto valor social que se asigna a la experiencia de acampada en lugares vírgenes. Una foto sosteniendo un café bajo el toldo de tu camper a pie de playa esconde una realidad a la que debemos enfrentarnos, a saber, la masificación del turismo y su invasión de territorios protegidos. ¿Hoteles? No, eso es muy artificial. ¿Caravana? Puf, tengo que ir a aparcamientos específicos y eso me limita. ¿Acampar? Requiere permisos, planificación y es incómodo. Una furgoneta acondicionada permite saltar cualquier límite normativo... actual. Similar al caso de los patinetes eléctricos (que invadieron las aceras de los principales núcleos urbanos mundiales hasta que se legisló su uso), estamos viviendo un auge descontrolado que, más pronto que tarde, requerirá una normativa que preserve los entornos naturales, racionalice los espacios y permita a todos los actores sociales respetar y ser respetados. Si esta normativa no llegara, la saturación producirá un avance continuo en la búsqueda de nuevos lugares por colonizar. Ya están apareciendo iniciativas con el objetivo de despertar conciencias en los influencers que cazan y publicitan nuevos nichos. Estos enclaves son devorados en semanas por una masa de seguidores que abanderan ideas de autonomía, libertad y amor por la naturaleza impostado. Ante esta contradicción interna de la filosofía camper solo cabe un avance en su ideología libertaria hacia un concepto más cercano a la libertad positiva. Esta variante conceptual entiende la libertad como la capacidad del individuo para comprender su entorno, dirigir su voluntad y elegir con responsabilidad sus actos. No me cabe duda de que hay muchos campers que disponen de estas herramientas conceptuales y actúan con la mayor responsabilidad y conocimiento pero... Seguramente estarán de acuerdo conmigo en que todavía son una minoría.

Este ensayo no pretende censurar ni poner en tela de juicio la moralidad de las campers y sus usuarios. Pretende ser un humilde intento de descifrar sus códigos, entender la repentina puesta en valor de estos vehículos y la relación de su nuevo auge con las condiciones de vida actuales. Ante todo somos el producto de las circunstancias en las que nos ha tocado vivir. Suponer (y, en muchos casos, defender) que nuestras decisiones son originales y explicables a través de nuestros valores individuales me parece, como poco, un ejercicio de autoengaño integral que merece la pena ser sustituído por un examen mínimamente profundo.

Comentarios

  1. Ojalá más textos trabajados y meditados como este, en nuestro día a día

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