3.Realidad indigesta

“No se trata ya del estupor juvenil de siempre, sino de la falta de complementariedad entre una “Nueva Carne” posliteraria “demasiado conectada para concentrarse” y la antigua lógica confinatoria y concentracionaria de los sistemas disciplinarios en decadencia. Estar aburrido significa simplemente quedar privado por un rato de la matrix comunicacional de sensaciones y estímulos.(…) A algunos alumnos les gustaría que Nietzsche fuera como una hamburguesa; no logran darse cuenta de que la indigestibilidad, la dificultad, eso es precisamente Nietzsche”
Mark Fisher, «Realismo Capitalista» (2009)

Si de repente me dieran tiempo y espacio para pensar, ¿hasta dónde profundizaría en ese pensamiento? En el texto anterior(1) introduje la idea de la aceleración social como uno de los factores que contribuyen a la deriva sociopolítica actual. Resumiendo mucho, la aceleración tecnológica y económica produce una contracción del tiempo social(2) que, paradójicamente, desemboca en una percepción de falta de tiempo que motiva al sujeto a buscar nuevas técnicas para exprimir cada segundo disponible; cerrando así un ciclo de retroalimentación aceleracionista. La aceleración continua lleva a que los hechos se sucedan antes de que se puedan interiorizar, la proyección de una respuesta acorde se vuelve imposible y se profundiza en la alienación(3) del sujeto. Pero supongamos que encontráramos la manera de decelerar la sociedad y volver a disponer de tiempos suficientemente amplios… ¿se arreglaría el problema? ¿Estamos tan habituados a acelerar que ya no podríamos disfrutar ese tiempo?

Mis vacaciones han sido aburridas, vuelvo al trabajo y mis colegas se interesan por esos (envidiables) 10 días de libertad que he disfrutado. Respondo con una sonrisa honesta: “He tenido la suerte de aburrirme”. Todos se alegran y me preguntan como he conseguido sacarle tanto partido a mi tiempo. Entra en escena un elefante en bicicleta y el sueño se termina. ¿Quién desperdiciaría voluntariamente su tiempo aburriéndose? Y lo que es peor, ¿quién lo reconocería en público?. Este imperativo de rellenar el “tiempo libre”, que deja de ser libre en el momento en que se agenda, es otro factor contribuyente a la aceleración social; pero no es consecuencia de ella si no, más bien, causa(4). Si lleno mi tiempo de actividades, me quedo sin tiempo libre, necesito acelerar procesos… ¿y si juego al ajedrez online mientras veo una película?. El sacrificio de la intensión para gloria de la extensión. Adquirido como hábito, este proceso mental se convierte en un enemigo de la autodeterminación personal. La libertad de hacer se torna en deber hacer, la libertad de acción degenera en un espasmo involuntario orientado al consumo de entretenimiento, viajes y otras fórmulas de monetizar el “tiempo libre”. Si no disfrutas de este torbellino de emociones enlatadas, puede que seas diagnosticado de algún trastorno depresivo que justifique(5) fisiológicamente tu anhedonia. El subtexto es claro: si te aburres, estás desperdiciando tu vida. Visto desde una lógica competitiva se convierte en: si te aburres, pierdes.

En 2001 una voz sintética, con fría entonación y ritmo exacto, muestra al mundo su programación: “Work it harder, make it better, do it faster, make us stronger”. Algo tendrá esta canción de Daft Punk para seguir siendo escuchada en la actualidad y haberse vuelto un clásico. A principios de siglo la lógica de rendimientos todavía estaba confinada al ámbito laboral y se entendía como algo fuera de la naturaleza humana, casi maquinal(6). Con el avance en técnicas de publicidad, redes sociales y otros procesos de aceleración social, el sujeto actual no puede evitar que esta lógica penetre en todo su ámbito de acción. Pero estos avances tecnológicos no tendrían dicho impacto sin la aceptación totalitaria de la lógica de rendimientos. El tiempo libre, a diferencia del laboral, pierde su valor tradicional, se convierte en un proxy, en un objeto de intercambio. Deja de ser un espacio donde realizarse como individuo. Debe ser “rellenado” o invertido en algo que le dé valor. Esto entronca con el espíritu capitalista de “el tiempo es dinero”, convirtiendo cualquier acto de contemplación en un desperdicio de potencial. El coste de oportunidad invade irremediablemente nuestro tiempo libre. La pausa ya no solo te puede dejar atrás en tu ámbito laboral, ahora es tu felicidad personal la que se puede quedar atrás. Para evitar este supuesto desperdicio de tiempo libre disponemos de herramientas como Instagram, noticieros, revistas,etc. que nos harán saber que el tren hacia la felicidad está siempre a punto de partir y que no quieres ser el único que se queda en tierra. Pero existe algo todavía peor que perder el tren: la negación del destino feliz del tren.

Si no hay felicidad en el trabajo y negamos que la inversión de tiempo libre en experiencias, a priori, placenteras nos hará felices, ¿qué nos quedaría?. La analogía felicidad-placer(7) se vuelve aquí un espejismo peligroso. Es difícil proponer la contención de los placeres sin recordar a moralinas cristianas, pero esta doctrina tiene orígenes paganos y sigue vigente. ¿Quién en su sano juicio defendería evitar los placeres con la intención de aumentar la felicidad?. “El placer es el principio y el fin de una vida feliz” es una frase de Epicuro (341-271 a.C) que, depende de como se interprete, puede darnos impresiones completamente distintas. Si el placer es el fin, entendiendo “fin” como objetivo, dirección o resultado, se deduce que, en una vida feliz, debemos buscar el placer en cada momento. Pero Epicuro no defendía esto. Para Epicuro la ausencia de dolor (o displacer) es más importante que la presencia del placer. Detectó que el placer no agota el deseo y que este se satisface por corto tiempo, volviendo con mayor fuerza. Ese deseo material, imposible de satisfacer y que se refuerza a si mismo, es una fuente inagotable de displacer(8). Con esto en mente, propongo entender la palabra “fin” como ruptura, corte o terminación. De esa manera se puede entender el placer como un ingrediente de la vida feliz, que puede convertirse en su veneno cuando se torna en deseo imposible de satisfacer. “Por eso no elegimos todo placer, si no que a veces omitimos muchos placeres, cuando de estos se desprende para nosotros una molestia mayor; y consideramos muchos dolores preferibles a placeres, cuando se sigue para nosotros un placer mayor después de haber estado sometidos largo tiempo a tales dolores”. Esta doctrina llama al análisis de las fuentes de placer y a la propia responsabilidad en la selección de los placeres que nos proporcionamos. Pretende evitar la persecución interminable (a la vez que desorientadora) y deja más espacio a la realización del deseo en el ámbito cotidiano(9). Sin este enfoque, es difícil transmitir que 30 minutos de calma y autoescucha son una aspiración cotidiana que puede volver alegre al día más oscuro. Si Epicuro tuviera Instagram no seguiría a Lovely Pepa (o cualquier otra propaganda de deseos irrealizables).

He abierto demasiado el foco, lo sé, así que toca concentrar un poco y dejar sedimentar las ideas expuestas. En nuestra época, el aburrimiento es algo a evitar. Es el epítome de la pérdida de tiempo y, viendo como nuestros vecinos avanzan cada vez más rápido, no estamos para perder tiempo. Pero entiendo que solo desde el aburrimiento se puede profundizar en cualquier pensamiento que me permita entender la relación que deseo tener con mis vecinos y nuestro entorno material. No puedo pensar si estoy reaccionando. Se necesita tiempo y atención para llevar a cabo un pensamiento intensivo que permita integrar los hechos con la percepción e intención subjetiva. Que se libere tiempo real con medidas políticas concretas, como la disminución de la jornada laboral, es necesario, pero insuficiente. La ralentización consciente, el aburrimiento intencionado, el abordaje de retos intelectuales complejos (y que ponen a prueba nuestra paciencia y autocontrol), son caminos que encuentro necesarios para poder iniciar un análisis crítico del entorno que desemboque en una acción social coordinada. La hiperactividad desorientada impide cualquier comunicación efectiva y, sin comunicación, es imposible la coordinación eficaz para formar una fuerza política. Creo que el primer paso, antes de cualquier proposición de una superestructura ideológico-política, es garantizar que los individuos del cuerpo social adquieran esta impermeabilidad a la sobreestimulación interesada (capitalizada por actores como Meta,Amazon,etc.). Para ello será necesario que reaprendamos a aburrirnos, a no reaccionar rápidamente, a exponernos a ideas complejas y a digerir lo indigesto de nuestra realidad. ¿O es que preferimos los pensamientos predigeridos a pesar de que nos apartan de nuestro propio pensamiento? Me niego a aceptar esa dialéctica del amo y el esclavo.

Nota al pié:
1.Ver «El desierto de lo real» 
2.Se pueden llevar a cabo más procesos sociales en la misma unidad de tiempo físico. 
3.Ver nota al pie nº8 de «El desierto de lo real»
4.Es el sujeto el que produce una dinámica aceleracionista, no la dinámica la que produce al sujeto aceleracionista. Esta propuesta de orden causal es clave. 
5.A la vez que patologiza, convirtiendo al individuo desadaptado en individuo enfermo. 
6.Qué tiempos cuando escapábamos de la mecanización de la experiencia humana. 
7.Ver «hedonismo axiológico». Propone el placer es el único factor con valor intrínseco. Desde este axioma se construyen filosofías éticas como el utilitarismo y el consecuencialismo. 
8.Clasificó los deseos en 3 categorías: Naturales y necesarios (los más fáciles de satisfacer y que siempre deben ser satisfechos: comer cuando hay hambre, dormir cuando hay sueño, socializar…), naturales y no necesarios (varían el placer, pero no contribuyen a la supervivencia ni a evitar el displacer: comer manjares, dormir una siesta, relaciones sexuales…) y los placeres vanos (ajenos a la naturaleza humana, ilimitados e imposibles de satisfacer). Estos últimos no deben de satisfacerse en ningún caso, para evitar hacerse esclavo de esos deseos que no mejoran la vivencia humana y solo generan displacer a largo plazo. 
9.Quienes tengáis perro sabréis la diferencia que hay entre el momento previo a tirarle un palo y ese mismo animal cuando terminó de disfrutar su «presa». En el primer caso estamos aunte un perro agitado, que haría lo que fuera por tener acceso al palo. Está a tu merced. El segundo es un perro sosegado que ya ha cumplido su misión, capaz de ignorarte si lo considera adecuado. La psicología humana y la perruna tienen aquí un paralelismo atroz. 

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