1. Crítica
En nuestro entorno social es común oír la frase “no me critiques”. Esta expresión, a menudo usada como un mantra, busca proteger la libertad de pensamiento y expresión del mismo. O, al menos, estoy convencido de que esa es la intención de mi interlocutor cuando me pide que cese en mi empeño de tomarme en serio lo que dice.
Nos encontramos ante un posible malentendido ya que “criticar” tiene, al menos, dos significados conocidos. El primero es analizar, separar, poner a prueba y/o valorar según criterios propios(1). El segundo, de connotación negativa, es la señalización de defectos o fallas. ¿Es entonces la crítica una antítesis, o siquiera un límite, de la idea política de libre expresión? En su primera acepción es evidente que no. Al contrario, me cuesta imaginar un pensamiento libre sin un proceso crítico asociado. Entonces… ¿Mi interlocutor desea una escucha acrítica y, por tanto, superficial? ¿Por qué somos tan reacios a ser criticados? ¿Confundimos crítica con censura? ¿Es posible ser criticado sin que tenga efectos censores
“Una vida sin examen no merece ser vivida”. Esta frase atribuida a Sócrates es un punto de partida excelente. Sócrates se reconocía a sí mismo como “el avispón de Atenas” ya que su labor era molestar a los ciudadanos poniendo en cuestión sus valores y conocimientos. Si consideramos a Sócrates como el primer crítico, está claro que nos va a resultar difícil separar la crítica de esa connotación negativa antes referenciada. Sin embargo, cabe destacar esa cara amable del “avispón” que veía como una labor personal el despertar a una Atenas en decadencia después de perder la hegemonía ante Esparta.
Los pensadores posteriores avanzaron en ese proceso de análisis y puesta en duda hasta llegar al nivel de los escépticos, que dudaron de la capacidad misma de razonar y conocer(2). Esta postura escéptica extrema se vuelve contradictoria a tales niveles que, en adelante, el desarrollo filosófico se podría resumir en un ejercicio de evitación de ideas como el solipsismo y el escepticismo radical, a las que lleva la vía crítica más extrema. Este límite nos indica el ámbito donde la crítica se vuelve estéril y la razón pierde su sentido. Para construir conocimiento y no ser una negación del todo, el proceso crítico necesita de bases preestablecidas desde las que articularse. No existe crítica sin valores desde los que definir el objeto, realizar el análisis y valorar las funciones de sus partes. De forma análoga, no existe corte sin evaluación previa de la pieza, distinción subjetiva de sus partes y elección del cuchillo más apto para realizar la incisión proyectada.
El ejercicio crítico dependerá de valores propios, subjetivos y, por tanto, difícilmente trasladables de forma íntegra a otro sujeto a través de la comunicación interpersonal. Estos valores están ocultos en la mayoría de los casos y, habitualmente, no se explicitan en el discurso. Te puedo decir que no me gusta tu camiseta, pero rara vez informo de como he construido esa idea, de que intención tengo al expresarla o el grado de importancia que le doy a la vestimenta.
Considero que ese mutismo de los valores iniciales subjetivos es el germen de la inconmensurabilidad(3) de los comentarios críticos en el medio social. La realidad está llena de ejemplos donde críticas potentes, bien estructuradas y con intención de cambio, se diluyen ante la ignorancia voluntaria del receptor, que las interpreta como apreciaciones banales. También de situaciones en las que un comentario sin la más mínima intención de censurar consigue enmudecer la conversación. Las emociones (desde las que, a veces, iniciamos o recibimos la crítica), el lenguaje (herramienta con la que se formula la crítica), la psicología, el contexto sociocultural…Todas estas limitaciones se deben tener en cuenta para que la vida con examen no desemboque en una incomunicación verborreica. La expresión como límite de la crítica.
“…el modo de expresión parece haber sido tallado para un dios que sabe lo que nosotros no podemos saber (…) Para nosotros,naturalmente, estas formas de expresión son como un adorno, que ciertamente colocamos, pero con el que no podemos hacer gran cosa, dado que carecemos del poder real que le daría sentido y propósito a esa vestimenta.
En el uso real de las expresiones damos, en cierto modo, rodeos, pasamos por callejuelas adyacentes; mientras que vemos ante nosotros la calle ancha y recta, pero sin que la podamos utilizar, porque está permanentemente cerrada”(4)
L. Wittgenstein, «Invest Filosof» 425 (Póstumo,1953)
Hemos visto que la crítica, para no volverse estéril, está condicionada por valores subjetivos, difícilmente trasladables a otro sujeto y raramente expresados en el discurso. Desde estas coordenadas pretendo iniciar cualquier proceso crítico que lleve a cabo en este y otros foros. Este texto es una declaración de mi autoconciencia.
Cada palabra escrita por mí lleva en su esencia la convicción de que mis pensamientos nunca están sustentados por un valor absoluto de verdad. Mi labor no es establecer verdades absolutas. Solo busco separar lo que es de lo que no es. La separación conceptual se hará entre lo que, según valores que intentaré explicitar en mi discurso, encuentra sustento y lo que no.
Mi análisis buscará no confundir el todo con las partes, separar la paja del grano usando mis herramientas. Ninguna cosecha merece ser descartada sin realizar antes dicha separación al igual que ninguna cosecha debe ser tratada como si solo contuviera grano. Este proceso es enriquecedor tanto para el crítico (que pone a prueba sus herramientas) como para el sometido a crítica (que podrá evaluar la cantidad de grano en su cosecha con el uso de nuevas herramientas). Partiendo de esta postura espero obtener el antídoto al veneno del avispón.
Notas al pié:
1.Por desgracia, esta acepción es la menos utilizada en lenguaje habitual.
2.También se conoce con el nombre de «pirronismo». Pirrón (siglo IV a.C) es el primer filósofo escéptico. Propuso que no existe conocimiento verdadero y, en caso de que existiera, sería inaccesible para el ser humano. Es importante distinguir la postura escéptica de la negacionista: el escéptico exige pruebas que sustenten la proposición sujeta a crítica, el negacionista niega dogmáticamente cualquier afirmación, esté o no sustentada por evidencia suficiente. Este matiz es clave para entender el valor del escepticismo como motor y límite de la especulación filosófica. La postura negacionista es absolutamente estéril.
3.Al ser la crítica un objeto abstracto, no se puede mostrar de forma ostensible. Si no entiendes mi explicación de lo que es una zebra, te la puedo mostrar. En cambio no puedo mostrar el esquema mental con el que realizo mi comentario crítico. Solo es ostensible(mostrable) la punta del iceberg.
4.El pensamiento de Wittgenstein tiene dos tiempos. El «primer Wittgenstein» propone que el lenguaje, usado de manera correcta apoyándose en la lógica, puede representar la totalidad de la realidad. De hecho busca refinar el lenguaje para conseguir una adecuación perfecta entre la estructura del lenguaje y la de la realidad (ver teoría pictórica del lenguaje). El «segundo Wittgenstein», el que aparece en este extracto, entiende que el lenguaje es un juego que modifica sus reglas a través de su uso(no sigue una supuesta superestructura fija que le proporciona la realidad). Este texto muestra la aceptación de que el lenguaje perfecto es inalcanzable. A su vez muestra un matiz escéptico: si existiera el lenguaje perfecto (que representara de forma exacta la estructura de la realidad), no podría ser operado por el ser humano. Solo un dios podría caminar por la calle ancha y recta del lenguaje que representa la realidad tal y como es.
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